Adaptación, afrontamiento y micro duelos en el contexto de una pandemia

Con su debut a nivel mundial, el Coronavirus Covid-19, fue transformándose rápidamente en un elemento ineludible de la realidad colectiva. De forma vertiginosa, la propagación de este patógeno alcanzó dimensiones extraordinarias, llevando gran afectación de la vida cotidiana de las personas. En un lapso de pocas semanas, conceptos como pandemia y emergencia sanitaria se instalaron y colmaron las comunicaciones.

En esta situación epidemiológica, las normas, reglas y convenciones sociales fueron experimentando cambios de leves a dramáticos. En muchos países, parte considerable de ese conjunto normativo que organiza las conductas humanas a nivel individual y social, ha debido ponerse en pausa o modificarse.

Las restricciones, prohibiciones y controles fueron instaurándose con el objeto de la preservación y del cuidado, tanto propio como de otras personas. En este contexto se han producido pérdidas de diversas índoles, como por ejemplo, la pérdida de la cotidianidad, de las rutinas y hasta vivencias únicas, lo cual repercute de diferentes maneras en las personas.

La propuesta de este artículo es abordar aquellas circunstancias que, a pesar de no representar pérdidas profundas, pueden ocasionar malestar y dolor emocional en personas de cualquier edad.

Adaptación y afrontamiento

Adaptación como un proceso y los mecanismos de afrontamiento pueden ser dos puntos relevantes, para reflexionar sobre el atravesamiento de una situación que implica una potencial pérdida o una pérdida concreta.

Ante eventos desafiantes o peligrosos, los recursos de afrontamiento de los individuos son puestos a prueba. Cuando ocurre una situación estresante o amenazante, las personas son obligadas a desplegar rápidamente mecanismos adaptativos para poder afrontar escenarios cambiantes o acontecimientos disruptivos. Con frecuencia, el ritmo de adaptación que esos mismos acontecimientos demandan, no se corresponden con los tiempos de adaptación individuales o particulares.

Desde una perspectiva psicológica, la adaptación de una persona a una nueva situación, remite tanto a un proceso como a un estado. En cuanto a proceso, teniendo en cuenta algunas teorías sobre la adaptación (Piaget, 2005), este proceso implica atravesar una serie de subprocesos que conducen a realizar los ajustes necesarios para alcanzar un nuevo estado de equilibrio.

Al producirse la pérdida de un estado de equilibrio son varias las operaciones psicológicas que las personas necesitan realizar. Como parte de este proceso, seleccionar y desplegar mecanismos psicológicos y conductuales son los recursos de afrontamiento adquiridos, desarrollados y a los que pueden apelar en cualquier momento.

Algunos investigadores del afrontamiento (Lazarus y Folkman, 1984) indican que una persona puede afrontar una determinada situación de acuerdo a las diferentes evaluaciones que realiza de la misma. En dichas evaluaciones, cada sujeto determina las implicancias para el propio bienestar o integridad, y los mecanismos de afrontamiento a desplegar para sobrellevar el evento o situación estresora.

Pérdidas de vivencias y de la cotidianidad

Con el correr de las semanas en aislamiento preventivo o en cuarentena para aquellos afectados por el virus, algunas personas experimentan o comienzan a prever pérdidas en múltiples áreas de la vida. Las pérdidas pueden categorizarse objetivamente como leves, moderadas y profundamente significativas de acuerdo a las consecuencias observables y comparables con otros, pero la apreciación subjetiva de cada pérdida es una escala totalmente distinta.

Muchas personas en este tiempo de pandemia, han tenido y tienen que afrontar diferentes y simultáneas pérdidas de experiencias en menor o mayor medida que pueden desencadenar pequeños o micro duelos. Cancelaciones de eventos signitivos o de una sola vez en la vida tales como cumpleaños, graduaciones, aniversarios, bodas, viajes especiales planificados con gran antelación, entre tantos otros acontecimientos, pueden ocasionar en algunos considerable frustración y dolor.

La pérdida repentina de lo normal y cotidiano, aunque sea transitoria, es capaz de producir en muchas personas extrañamiento, pena o dolor. Rutinas laborales, académicas, de ocio y recreación, entre las que se encuentran el contacto social. La reducción de contacto presencial podría conducir a un sentimiento de privación a nivel emocional, a niveles considerables en aquellos para quienes la cercanía y la presencia de otros es una necesidad fundamental. El dolor en algunas personas puede manifestarse también en estados de enfado, angustia, retraimiento, decaimiento y tristeza.

Duelos y micro duelos

Los seres humanos experimentan diversas reacciones psicológicas y conductuales frente a las pérdidas. Una de las reacciones adaptativas y esperables es el duelo. El duelo conlleva atravesar un proceso de adaptación ante una pérdida que involucra dolor emocional, y la emoción más frecuente en aparecer es la tristeza (Roza, 2016). En un duelo, las creencias y visión de la realidad de una persona se ven desafiadas y afectadas. A nivel emocional, resulta habitual experimentar internamente vivencias de soledad, aislamiento, desamparo o abandono.

Pueden pensarse algunas simples diferencias entre un duelo y un micro duelo. Algunas variables como la duración y las propiedades objetivas del objeto o situación perdida marcarían diferencias sustanciales en cada tipo de duelo. Pero también habría que considerar el impacto a largo plazo en la vida de la persona, y si la pérdida es de carácter transitoria o permanente, como también si es reemplazable o insustituible.

Conclusión

El camino de elaboración y resignificación de las pérdidas en los micro duelos, podría ser más breve, pero no queda exento de dolor y tristeza. Resulta importante reconocer la propia valoración otorgada a la pérdida, discernir los mecanismos de afrontamiento más funcionales al proceso de adaptación a la pérdida como, por ejemplo, la validación de cada emoción vivenciada y la habilitación de la expresión de emociones y sentimientos que emergen durante el duelo. Esto representa la posibilidad de transitar una mejor y más rápida adaptación y recuperación inclusive de nuestras más pequeñas pérdidas.

Por Lic. Juan Manuel Roza
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